viernes, 28 de noviembre de 2014

I'm giving up on you

 Un día llegó y se sentó en el sofá sin decir una palabra. Tomó mis manos junto a las suyas, bajó la cabeza y habló.
 No era él, me parecía oír a otra persona. Habló con sus mismas palabras, dijo lo mismo que ella diría. ¿Las excusas más viejas del libro? Sí, esas también las usó.
 Terminó y esperó que yo contestara. No, mi cielo, prefería no decir nada. Tomé su mano otra vez, pero su mirada ya no era la misma; nunca volvió a ser la misma.
 Se levantó, comenzó a caminar hacia la salida. Mi corazón le rogaba que se quedase, mis ojos le pedían otra oportunidad, mi mente no quería dejarlo ir. No reaccioné, no dije nada. Su último abrazo fue tan frío y distante que mis esfuerzos por matenerlo junto a mí, cesaron. Ya no quería escucharlo. Cerré la puerta. Ya no quería sentir.
Volví a verlo una vez, volví a verlo con los mismos ojos. Sonrió, aunque estaba con ella. Y ahí entendí, ése era el poder de la influencia.

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